La subversión sexual 1

Revolución vs. Subversión

En el fragor del año ’68, hace más de medio siglo, Jacques Lacan sugería distinguir dos conceptos: revolución y subversión. Como sabemos, la palabra revolución define un movimiento circular donde al final se llega al punto de partida. Subversión, en cambio, no remite a un desplazamiento en redondo sino a un colapso, una caída. Este trabajo propone hablar de la subversión sexual considerando esta diferencia.

En los años sesenta, la llamada revolución sexual se ubicaba en el campo de los derechos que debían ser reivindicados por la justicia distributiva: placer irrestricto para todos, democracia somática, libre circulación e intercambio libidinal. La antinomia radicaba en que el acceso a una sexualidad libre se planteaba por la vía de la Ley, lo que resulta paradójico si pensamos que todo derecho implica obligaciones con un amo implícito en las normas que de él emanan. De esta manera, “el derecho a una sexualidad libre” implica una contradicción.

Del mismo modo, la asunción de los derechos sexuales implicaba, subrepticiamente, una elección forzada (que no es otra cosa que una libertad acotada). La bolsa o la vida, ¿implica una elección? Sí, pero coaccionada: si no eliges lo que te imponen, perderás todo; es decir: si optas por conservar la bolsa, perderás la vida y la bolsa.

Es verdad que cuando no se nos permite elegir podemos terminar donde no queríamos estar, pero si la elección es algo que se nos permite ya estamos en el lugar del siervo voluntario. Recordemos a Etienne de la Boétie quien en 1563 escribía: “es increíble cómo un pueblo [un sujeto, podríamos decir], desde el momento en que es subyugado, cae tan rápido en un tal y tan profundo olvido de la libertad que no puede despertarse para recuperarla, y sirve tan franca y voluntariamente que se creería, al verlo, que no es que haya perdido su libertad sino que ha ganado su servidumbre”.

Lacan pudo decirlo más alto pero no más claro, en ocasión de un diálogo con jóvenes protagonistas de aquel convulso ‘68: “la aspiración revolucionaria es algo que no tiene otra oportunidad que desembocar en el discurso del amo. La experiencia ha dado prueba de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios es a un amo. Lo tendrán”. [2] Dicho de la manera más llana posible: no se trata de cambiar de amo; se trata de dejar de ser perro. Eso es lo subversivo.

Ya en 1888 Freud sostenía que la sexualidad desautorizada es una de las causas del malestar en la cultura. Y cincuenta años después seguía afirmando: “buena parte de nuestro tan estimado patrimonio cultural fue adquirido a expensas de la sexualidad, por limitación de unas fuerzas pulsionales sexuales”. [3] Estamos hablando de medio siglo de elaboración freudiana sobre este particular. [4] Lo que nos lleva a concluir que la subversión sexual precedió a la revolución sexual.

Si desde una perspectiva general “la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional”, [5] lo medular del malestar en la cultura es causado por “la oposición entre cultura y sexualidad”. [6] Freud lo recalca en varios momentos: “ninguna otra función ha experimentado como la sexual […] un rechazo tan enérgico y tan vasto en el curso del desarrollo cultural”. [7]

La subjetividad de una época

Lacan juzgaba necesario estar a tono con la subjetividad de una época. [8] En la nuestra, reina el presentismo y la minusculización del entorno porque las grandes mayúsculas de la Historia ya no nos referencian. Priva el Carpe Vitam pulverizado en el Carpe Diem de Horacio.[9] La subjetividad de nuestra época está marcada por el colapso de las identificaciones, el cuestionamiento de los ideales, la eclosión de los significantes amo. Y precisamente por ello, es también el momento de la exhumación de los ideales preteridos y de la restauración del orden simbólico del amo que promete aniquilar el extravío dándonos –primero– seguridad, y luego libertad.

Asistimos a la más generalizada crisis de los sistemas, y el de la sexualidad

–que reinó dos siglos– no podría ser la excepción. Porque no podemos olvidar que el vocablo sexualidad data del año 1800. Otra cosa es que desde ese significante se hiciera una lectura retroactiva para interpretar lo que sucedía 25 siglos atrás, como hizo Michel Foucault en su historia de la sexualidad.

Personalmente, considero que en el marco de este primer congreso de la sección de psicoanálisis del COPC, vale la pena enfatizar que la primera arqueología del psicoanálisis fue emprendida por Foucault alrededor del concepto de sexualidad.

Como ustedes saben, lo que marcó diferencia entre las posturas de Lacan y de Foucault fue debatir si el psicoanálisis se inscribe en la tradición religiosa o en la estela de lo científico. Para Lacan, el sujeto del psicoanálisis es el sujeto de la ciencia… en tanto forcluido. Para el Foucault posterior a 1966, no: el psicoanálisis es una práctica que se reduce a una suerte de confesión laica. Por Foucault mismo sabemos que su proyecto original era hacer una arqueología del psicoanálisis, como dije, lo que tuvo un sorprendente final cuando el título para su tetralogía de 1976 fue “historia de la sexualidad”.

¿Por qué debe especificarse que estamos hablando del Foucault posterior a 1966 (año de la publicación de Las palabras y las cosas)? Porque en ese libro, el psicoanálisis era el fulcro, el punto de apoyo para fundamentar una portentosa arqueología de las ciencias humanas. Por eso resultó desconcertante que el psicoanálisis fuera –luego del ‘66– degradado a un dispositivo generador de discursos sobre el sexo, ignorando que lo psicoanalítico es –por definición– no prescriptivo.

Si –de acuerdo al último Foucault– la matriz religiosa explica el surgimiento del psicoanálisis, el carácter revolucionario de la cosa freudiana sólo continúa –por otros medios– la tradición confesional: se trataría de un simple rodeo de 7 siglos que iría de 1215 (cuando el Concilio de Letrán reglamentó el sacramento de la confesión) a 1896 (año en que se forjó la palabra “psicoanálisis”). [10]

Lacan discrepa de manera radical: para él la referencia histórica pertinente es 1641, año de la publicación de las meditaciones cartesianas. En esta perspectiva, lo que el psicoanálisis propuso no fue la reafirmación –por medios laicos– del individuo religioso, sino la subversión del sujeto de la ciencia. Si Descartes afirmaba “pienso, luego entonces, existo”, Lacan contraopinaba “ahí donde existo, no pienso, y ahí donde pienso, no existo”. Y es de esa subversión del sujeto –incluso en su variante sexualizada– de la que Lacan habla en su escrito de 1960, titulado “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. 

La sexuación

En el caso de los sujetos, lo sexual existe como subjetivación de la sexualidad. Y aunque la noción de sujeto es universal, no hay subjetivación universal de la sexualidad. “Todo lo que es del orden de lo sexual está desplazado”, afirma Lacan.[11] ¿Desplazado… adónde, a qué? A lo discursivo. La sexualidad es una suplencia discursiva de lo sexual.[12]

Lo fundamental sería entonces determinar cómo es que el sujeto elige posicionarse ante las categorías identitarias, o desmarcarse de ellas. Elegir un sexo psíquico (Lacan llamaba a eso sexuación) significa no asentir a lo que en biología se denomina necesidad, que es inherente a lo natural. La propuesta psicoanalítica es que lo que marca la agenda en el terreno sexual es la desnaturalización. La sexuación no indica un valor biológico, es un índice simbólico, psíquico; y, precisamente por eso, el sexo inconsciente no es innato. Tenemos entonces una posible elección: o respetar las imposturas, o construirlas a medida, porque la anatomía no es destino.

Quisiera reflexionar esto con detenimiento evocando ejemplos concretos. No hace mucho supimos de dos casos por demás peculiares:

a) Un hombre se convirtió en mujer, pero antes hizo conservar su esperma que fue utilizado por otra mujer  para embarazarse. Aquel hombre (que ahora es mujer) ha pedido ser reconocido como padre de la creatura. En este caso, la –jurídicamente mujer- adviene padre de una creatura que tendrá dos madres en lo jurídico, con la particularidad de que una de ellas es asimismo el padre. ¿Recuerdan ustedes aquella pregunta capciosa sobre si era posible que habiendo dos padres y dos hijos sólo se tratara de 3 personas (es decir abuelo¡, padre, e hijo)? Pues este caso es un pelín más complicado y no hay nada de capcioso: se trata de  dos progenitores biológicos desplegados en tres personalidades jurídicas.

b) El segundo caso es el de una mujer que se hizo hombre [legalmente, por transexualidad] pero mantuvo su útero”. [13] Es decir, hablamos aquí de una transformación parcial que alcanza para que quien fue mujer sea reconocido legalmente como un hombre sin impedimento biológico para embarazarse; es decir, puede elegir quedar –de manera simultánea- biológicamente embarazada y jurídicamente embarazado.

En estos dos casos que recién mencioné, ya no se trata de procreación sino de lo que Stephen Dedalus llama poscreación: “Escuchad esto. En el vientre de mujer la palabra se hace carne pero en el espíritu del Hacedor toda carne que fenece se convierte en la palabra que nunca morirá. Esto es la poscreación.” [14]

El Derecho es llamado a juzgar sobre todo esto. De manera que el discurso psicoanalítico no es el único que lleva cierto retraso respecto de la realidad. El discurso jurídico tiene el mismo problema. La gran diferencia entre ambos es que lo jurídico legislará para volver a uniformar, y el discurso analítico se abstendrá de todo juicio para rescatar lo singular.

Los significantes amo

El ajedrez del psicoanálisis se juega contra los significantes amo que amenazan con la privación y la castración. Todo sujeto que tenga algo que perder, asentirá dócilmente por temor a ser mutilado, reventado.

Ustedes conocen el periplo de todo proceso analítico: al principio, el sujeto se hace representar por una biografía ficticia. No digo falsa, sino ficticia. Su identidad (que responde a un valor representativo) ha desembocado en una crisis (de otro modo, no consultaría). Y ese momento límite regularmente está articulado a ciertos significantes amo que antes lo ordenaban y ahora se cimbran.

Entiéndase significante amo como ese que nos representa y determina pero que proviene de un Otro interesado en nuestra dócil incondicionalidad. Cuando un sujeto deja de asentir a esos significantes amo, cuando ya no los convalida, se abre la posibilidad de construir un orden  significante distinto al que le habían conferido pues ¿qué sería del amo sin el esclavo?, según nos enseñó Hegel. En su proceso analítico, el sujeto se fuerza a encontrar otro encaje, otras correspondencias entre los significantes universales que lo enmarcaban, y los significantes singulares que mejor le convengan de ahí en adelante.

Si el significante amo es lo asociado a lo que no se cuestiona, el significante singular es lo que por esencia descree de lo indiscutible. Se pasa así del valor creído al valor creado: el valor creído es el universal, que nos fue proveído; el valor creado es el singular que nos proveemos a nosotros mismos. Y si el amo es amo por intolerante, el sujeto que disiente ya no tolera vivir a examen.

Noten ustedes que para este sujeto, para este sujeto resubjetivado, responder desde la impugnación, el desafío, la rebeldía, la insurrección, la protesta, no es pertinente como podría suponerse, porque esas formas de resistencia siguen estando en el campo discursivo del amo. No olvidemos que la ética de lo heroico es sólo el reverso de la ética de la sumisión. Foucault escribió un ensayo sobre la sublevación dando por hecho que siempre se es gobernado. Apelando a Kant, diríamos que en todo caso debe advenir el sujeto crítico que ya no acepta ser gobernado de una determinada manera. 

Llegados a este punto podemos preguntar: ¿se puede seguir siendo sujeto del significante pero no de los significantes amo? La respuesta  del psicoanálisis es afirmativa: se trataría de lograr una destitución subjetiva donde el sujeto se desvaneciera, para luego restituirse en función de otro orden significante. El sujeto menos condicionado es aquel que escrutina los significantes amo que ordenan su existencia. Se trata de un sujeto liberado en términos simbólicos que abjura de los significantes que –paradójicamente– le exigían mortificarse si quería seguir viviendo. Y si la consabida amenaza de todo amo es “serás lo que yo digo o no serás”, Lacan responde: “el sujeto está llamado a renacer para saber si quiere lo que desea”. [15] Se trataría de un sujeto ya no determinado, sino por determinar, en y para sí mismo.

Es cierto que la subjetividad se torna incierta cuando no hay un sistema omnipotente que la ordene. Pero si de lo que se trata es de buscar la verdad por una vía que sea propia (como invitaba Lacan), habrá que encontrar el modo de que el sujeto produzca sus propios significantes amo, a la manera en que Baudelaire dice en algún poema “yo soy la herida y el cuchillo […] la víctima y el verdugo”. [16]

¿Qué implicaciones clínicas tiene todo esto? Por un lado, decir no a la función del padre abre el desfiladero de las psicosis. Por otro lado, el desafío a la impostura paterna desemboca en la histeria. ¿Es significativa la distancia subjetiva entre el no a la función del padre y la sublevación ante la impostura paterna? Tan grande como la distancia que separa dos estructuras.

De manera análoga, hay también una distancia entre lo universal de la norma (que vale para todos y a la que todos se identifican), y la contingencia (que define el modo en que cada sujeto elige desmarcarse de la norma). Cuando algo identifica a todos, hablamos de un universal; pero en la contingencia sucede la desidentificación: esto es, lo singular.

En la desidentificación el sujeto se permite acceder a su contingencia, al encuentro con lo azaroso, porque en lo contingente está siempre lo que causa el deseo. De este modo, una existencia contingente es aquella que está en sintonía con el deseo que siempre se desliza de forma metonímica. Es por eso que cuando obtenemos lo que deseábamos, seguimos sin obtener lo que deseamos.

Conclusión

Una revolución está ligada al retorno, a la repetición; es solidaria del gatopardismo: todo cambia para que nada cambie. La subversión, en cambio, se desmarca de esa impostura esquivando el campo gravitatorio de la reiteración.

Para Freud la cultura es nuestra defensa ante la naturaleza pero queda por averiguar qué podría defendernos de la cultura. La religión ha sido –por antonomasia–, el primer dique ante los embates de la naturaleza; y la defensa contra la cultura –esta es la apuesta de Freud– bien podría ejercerse desde el psicoanálisis [17] (lo que nos recuerda la querella Foucault / Lacan).

Pero sabemos de sobra que ni la cultura ni la naturaleza definen lo estrictamente humano, por lo que nos vemos confrontados a otra elección forzada (una más) en el campo de la civilización: pertrecharnos en la religión… o resistir desde el psicoanálisis.

NOTAS

[1] Conferencia pronunciada en el marco de la 1ª Jornada de la Comisión de Psicoanálisis del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC), dedicada a las “Nuevas formas del malestar en la cultura. Sobre la banalización de la sexualidad y la violencia” (22 de octubre del 2022).

[2] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XVII. El revés del psicoanálisis (1969-1970), Buenos Aires, Paidós, 1992, p.223.

[3] Freud, Sigmund. Esquema del psicoanálisis (1940[1938]), Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, , vol. XXIII, p.203.

[4] No se olvide que, en reelaboraciones sucesivas, Wilhelm Reich publicó en un lapso de tres lustros Madurez sexual, continencia, moral conyugal (1930), La sexualidad en el combate cultural (1939) y La revolución sexual (1945).

[5] Freud, Sigmund. El malestar en la cultura (1930)[1929]), Obras Completas, op.cit., Vol. XXI, p.96.

[6] Ibídem, p.105.

[7] Freud, Sigmund. Esquema del psicoanálisis (1940[1938]), Obras Completas, op.cit., p.186.

[8] Lacan, Jacques. Escritos, México, Siglo XXI, 1984, p. 309.

[9] Horacio. Odas

[10] V. Freud, Sigmund. La herencia y la etiología de las neurosis (5 de febrero de 1896), Obras Completas, op.cit.. La palabra metapsicología sería concebida en la carta a Fliess del 13 de febrero de 1896.

[11] Respuesta de Lacan a una pregunta de Marcel Ritter (26 de enero de 1975); Estrasburgo. V. Lettres de l’École Freudienne 15, 17, 24 y 25, y Suplemento a las Notas 1. EFBA, 1980.

[12] V. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro XXI, Los no incautos erran (1973-1974), clase del 11 de junio de 1974. Seminario inédito.

[13] Miller, Jacques-Alain. Polémica política. Barcelona, Gredos, 2021, pp.100-101.

[14] Joyce, James. Ulises, Barcelona, Lumen, 1984, p.32.

[15] Lacan, Jacques. Escritos, op. cit., p.649

[16] “Heotontimorumenos”.

[17] V. Miller, Jacques-Alain. Un esfuerzo de poesía, op.cit., p.286.